Duda

Hay un momento terrible
durante la madrugada,
entre las cinco y las seis,
cuando se supone
que me levanto a escribir.
Me abruman
tareas pendientes
mientras bajo la escalera,
posibles errores a cometer
mientras enciendo luces
y fantasmas muchos
que me sonríen de cerca.
Pienso en este
malabar temerario,
lo imagino caer
provocando el goce
de mis enemigos.
Busco una salida
por encima del laberinto.
Crecen la tensión
y la incertidumbre
hasta que doy
el primer sorbo de café
y enciendo la computadora.

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